Alucinante FITO.

Fito y Fitipaldis+Los Zigarros. Salou, 01/08/15

Adolfo Cabrales Mato. Soltamos el nombre así, de carrerilla, sin necesidad de acudir a la wikipedia, merced a un poso grabado a fuego en el adn. El “A pelo” de PLATERO Y TÚ está visto y re-visto mil y una veces, antes en vhs hoy en youtube, desde que tenemos uso de razón (rockera). Parafraseándolos: “aunque nada es igual nada ha cambiao”. Fito y sus Fitipaldis gozan en el escenario y contagian ese disfrute y buen rollo al que está abajo. Logran un clima íntimo, cercano, de local de ensayo; el mismo que conseguían Platero, uno de sus mayores activos en directo.  Y actuando ante miles de personas.

Como en aquella añorada época uno de los guitarristas (el de la gorra, el de las patillas, el que canta) establece sin grandes artificios un feedback único con el público; el otro, como el que le precedía, un dios de su instrumento, uno de esos virtuosos que que crean escuela y convierten en oro todo lo que tocan.

Sobran los spoilers a propósito de lo que pasó por delante de nuestros ojos y nuestros oidos el sábado 1 de Agosto de 2015 en el Campo de Fútbol Municipal de Salou (Tarragona), empezando por la acertadísima elección de LOS ZIGARROS como apertura. Desde Valencia exhibieron toda su chulería encima de las tablas en un show que se antojó demasiado corto. Un show sin grandes artificios, la mera presencia de los hermanos Tormo a las guitarras (Álvaro y Ovidi, este último es el cantante), Nacho Tamarit al bajo y Adrián Ribes a la batería. “It´s only rock and roll but I like it”, feeling en estado puro. Un soplo de aire fresco su homónimo primer disco de 2013 (en cuanto finalice la gira graban el segundo) llevado al directo  con un sonido más crudo, más cercano a AC/DC que a Tequila. Los comentarios entre canción y canción de Ovidi, aludiendo a un poema de Becquer para luego cantar y hacernos corear eso de “Voy a bailar encima de ti”, su hiperactivo hermano, de lado a lado del vasto escenario, gafas de sol y perenne sonrisa en los labios… en definitiva dotan al show de una sencilla y simpática espontáneidad que les hace llevarse a su terreno a un público no netamente rockero. Apenas 45 minutos de pose, actitud y destreza rockera, con temas como “Antes de los muertos”, el genial medio tiempo “Desde que ya no eres mía”, “Como un puñal”, el pegadizo riff de “Cayendo desde el agujero” o el single “Hablar, hablar, hablar”. Y el divertido cierre tras volarnos la cabeza con “Dispárame”, dando las gracias brindando con chupitos servidos por una bellísima, barbuda, camarera travestida (Francesca, para más señas Fran, cantante de los freak-metaleros Ochorizo). Altas dosis de improvisación bien dirigida y ejecutada. Ya son grandes, enormes. Les falta algo más de popularidad, el tiempo lo dirá.

Y volviendo a Cabrales y su gente intentaré resumir un espectacular, valga la redundancia, espectáculo musical al cual uno asisitió boquiabierto y con la sensación de estar viendo un video-clip de 2 horas y media de duración. Todo eso merced a 2 pantallas a los lados del escenario que facilitan la visión de los solos y momentos más reseñables a los que están más alejados. Y una detrás de los músicos que, junto al magnífico juego de luces, acompaña con imágenes cada una de las canciones. Un plus que añadir a una banda ya de por sí magnífica.

Con el eterno Javi Alzola (está en los Fitipaldis desde antes de que pusieran el nombre de forma improvisada justo antes de tocar en un bar) al saxofón, percusiones y teclado en algún tema. La encomiable labor en la sombra de Alejandro Climent al bajo, el único sin solo en el concierto, pero imprescindible como el que más. El virtuosismo del pianista Joseba Semperrena, evocándonos al mismísimo John Lord hacia la parte final del concierto y dotando a las composiciones de la exquisitez necesaria. La tranquila precisión y demoledora pegada de Daniel Griffin a la batería. Y el par de monstruos antes aludidos: el maestro Carlos Raya a la excelsa guitarra, con un currículum que incluye haberse hecho cargo de las seis cuerdas en la mejor banda de A.O.R. de nuestra historia, Sangre Azul. Y el feeling del maestro de ceremonias, un tótem de nuestro rollo al que muchos llaman vendido por el mero hecho de abandonar su banda primigenia, sin haber prestado la atención necesaria a lo que hace hoy en día. Un tío llamado Fito Cabrales que llena campos de fútbol tocando la guitarra, cantando y no vende otra cosa que no sea rock and roll.

Arrancan con una retrospectiva en la pantalla central de los discos y las giras de Fito y Fitipaldis desde 1998 hasta la fecha y, una constante durante su actuación, un repaso a las 3 últimas obras del grupo. Abren fuego con “Viene y va”, “Por la boca vive el pez”, “Me equivocaría otra vez” y “Entre la espada y la pared”, su primera incursión en la más reciente “Huyendo conmigo de mi” (fue el single y video-clip de presentación). El sonido es potente y cristalino, “Garabatos” y su poética reflexión sobre el inexorable paso del tiempo, el golpe de realidad “Nada de nada”, la poesía pura de “Pájaros disecados” o el “Nos ocupamos del mar” del maestro Krahe son otras piezas que caen desde ese nuevo disco. Casi al principio dos concesiones a su material más añejo, con la versión de Los Secretos “Quiero beber hasta perder el control” y la imprescindible “Cerca de las vías”, desde “A puerta cerrada” y “Los sueños locos”, sus 2 primeros discos. “Imperio de paletos” que cantaba José Carlos Molina: las cantamos cuatro, como la gran mayoría de temas que no son singles radiofónicos, el caso de “Soldadito marinero” o el amago de cierre con “Antes de que cuente diez”.

También sonaron “Como pollo sin cabeza”, el descarnado autorretrato “Corazón oxidado” o la gran joya escondida del repertorio del bilbaíno, “Medalla de cartón”. Y en en el bis final la emocionante interpretación, a guitarra y voz, del “Alucinante” de nuestros Platero (ni siquiera el bombardeo de la misma en Rock FM hace que sea ampliamente coreada), el tema que proporcionó a Fito el reconocimiento masivo, “La casa por el tejado” y la paradoja de “Acabo de llegar”. Paradoja sí, porque esa fue la sensación tras 2 horas y media de orgía musical y visual, que la cosa acababa de empezar y teníamos ganas de más. Si el concierto de Fito y Fitipaldis hubiera durado 4 horas de igual forma se pasaría volando. Los prejuicios son mal asunto, empezando por un nostálgico servidor. Conciertazo alucinante, brutal ejercicio de autocrítica. Señores talibanes del rock: será un vendido pero no se lo hace nada mal…

Marcos Rodríguez “Pae y su guitarra”

MI ROLLO ES EL ROCK, Tarragona Ràdio